jueves, 31 de mayo de 2018

Concierto sinfónico en Soria

    El domingo 27 de mayo pudimos asistir a una celebración  snfónico-datequética en la iglesia Concatedral de San Pedro, en Soria. A tal evento acudieron más de 5.000 personas, procedentes de Aragón, Navarra, País Vasco, Valladolid, Burgos, Valencia, de otros lugares de España
 y algún grupo del extranjero. Como en el interior del templo el espacio era claramente insuficiente, se habilitaron zonas en el exterior y el claustro, con pantallas, para que todos pudiésemos seguir el acto de forma cómoda. El interior de la iglesia quedó reservado a las autoridades religiosas, civiles y militares y familiares de Carmen Hernández ya que el acto se realizaba en homenaje a su memoria.
    Los actos se realizaron según el programa previsto. Primeramente el obispo de Osma-Soria, Monseñor Abilio Martínez dirigió el saludo a todos los asistentes. Otro tanto hizo el Excelentísimo Señor Alcalde de Soria que quiso agradecer a todos su presencia invitando a visitar la ciudad castellana tan amada de Antonio Machado.
    Después tomó la palabra Kiko Argüello. Kiko Argüello es , junto con Carmen Hernández y un sacerdote italiano, fundador del movimiento religioso Camino Neocatecumenal, organizador de los actos. Este leonés, líder del Movimiento, es pintor de profesión pero también ha puesto música a muchos salmos de las Sagradas Escrituras que utilizan en sus celebraciones religiosas. Él es el autor de la sinfonía "El sufrimiento de los Inocentes" que fue interpretada por el Coro y Orquesta del Camino Neocatecumenal, compuesto por más de un centenar de personas, muchas de las cuales llegaron desde Italia y otras desde distintos puntos de nuestra geografía. Las edades eran muy dispares predominando los jóvenes. La dirección corrió a cargo de Tomás Hanus.
    En su alocución Kiko Argüello hizo la presentación de la Sinfonía, explicando los motivos que le habían llevado a componerla: si es para hacer el bien tiene justificación.
    Consta de cinco movimientos: Getsemaní, Lamento, Espada, Padre, perdónalos y Resurrección.
Toda la música es muy emotiva y llega al corazón. Fue muy del agrado del público que la premió, al final de cada movimiento, con reiterados aplausos. Como final, y en primicia, el Coro y Orquesta interpretó una pequeña parte de otra sinfonía de Kiko que será estrenada, Dios mediante, este verano por la Orquesta Sinfónica de Berlín.
    Con unas palabras de agradecimiento del Obispo, la bendición y el canto de Resurresit terminó el acto.
    Ya vacío el templo pudimos recorrer sus naves y admirar las bellezas que encierra. La fábrica de la Colegiata es de estilo románico, con sillares de piedra . En el centro de la fachada sur podemos ver en un nicho la escultura en piedra del titular, San Pedro Apostol, con las llaves que lo caracterizan. Tiene tres naves con capillas en los muros. Las naves están sostenidas por recias columnas que, cual palmeras, terminan en bóvedas estrelladas, anunciando el gótico. Los tres retablos mayores son de estilo barroco. En el claustro paseamos por las tres crujías que, junto con un muro, forman un cuadrilátero. Esta formado por dobles columnas que sostienen arcos de medio punto. Los capiteles son historiados, muchos de ellos deteriorados pues el tiempo y los fenómenos atmosféricos han hecho mella en la piedra arenisca.
    A las 7 de la tarde ya habían terminado los actos y, como en este tiempo, anochece muy tarde, pudimos recorrer las calles de la ciudad y admirar sus palacios y casas solariegas, sus plazas, fuentes y estatuas y dar un garbeo por la Alameda de Cervantes, el parque soriano, disfrutando de la sombra de los centenarios árboles.
    En los numerosos bares no daban abasto sirviendo raciones de torreznos que, por un día, todo el mundo se olvidaba del colesterol, y degustaba a placer.
    Pasamos un día en familia, agradable, comiendo nuestros bocadillos en un pequeño jardín, protegidos del sol´Otros, los valencianos, llevaron sus enormes paelleras, preparando su plato internacional que después comieron alegremente, regándolo con los vinos del Duero.
    Al regreso tuvimos la suerte de esquivar las numerosas tormentas de la zona y, sólo al llegar a Zaragoza vimos la lluvia, aunque ya con poca intensidad.


miércoles, 30 de mayo de 2018

Visitas de la UEZ

    Como colofón de final de curso, los alumnos de Artes Decorativas realizamos unas visitas culturales que sirvieron para ver "in situ" algunos de los temas que habíamos estudiado en clase. A este efecto visitamos el Museo de tapices de la catedral del Salvador y el Museo Pilarista.
    En La Seo pudimos contemplar la extensa muestra de tapices, algunos de dimensiones descomunales, no adecuados para las proporciones de nuestras habitaciones actuales. El guía, amablemente, nos fue informando, con gran conocimiento de la materia, sobre todos los pormenores de las piezas allí expuestas. Algunos datan de los tiempos de los Reyes Católicos. Entonces eran bienes muy apreciados y que, como las cortes eran itinerantes, eran transportados en las arcas tapiceras, allí adonde se trasladaran los reyes. Tenían funciones prácticas además de las puramente ornamentales. Tenemos que tener en cuenta aquellos palacios desnudos, con grandes salones y techos altísimos. Gracias a los tapices se podían acomodar estancias habitables, haciéndolas confortables y lujosas.
    El tapiz era algo sumamente costoso ya que necesitaba el trabajo de operarios muy cualificados. Primeramente, un pintor realizaba el motivo que luego tenía que ser pasado a otro de tamaño natural para ser reproducido en los telares. Los lizeros tenían otra dificultad y es que trabajan por el revés, valiéndose de espejos que les faciliten la tarea y ver el resultado del trabajo que realizan. Es una  labor lenta, necesitándose meses para que un operario teja un metro cuadrado. Los materiales son también muy costosos ya que se emplean hilos de lana, sedas e incluso de oro y plata. Trabajaban por encargo de las distintas monarquías europeas, de la Iglesia o de la alta nobleza que eran los que podían permitirse esos lujos. Había talleres en Arrás (Francia), en Bruselas (Bélgica) y en otras ciudades flamencas. Normalmente eran talleres familiares en los que trabajaban todos los miembros aunque también tenían asalariados. Los motivos son de tipo religioso, mitológico e histórico, en los primeros siglos aunque después tienen cabida los profanos.
    Luis XIV, el rey que impone el lujo en la corte francesa, instala en Gobelinos talleres que se dedican a fabricar toda suerte de objetos de lujo, que anteriormente debían importar. De allí paso el gusto por el lujo a todas las cortes europeas. En España, con la venida de los Borbones  se instala la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara que aún funciona en Madrid.
    En La Seo pudimos ver, entre otros, el inmenso tapiz del rey Asuero y la reina Esther. Los motivos de los tapices son narrativos y cuentan episodios de la vida de los personajes, como si fueran las viñetas de un cómic. En otros se narra la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
    Se pueden apreciar diferencias en los tapices según las épocas, siendo los más modernos más realistas en las expresiones de los rostros de los personajes, tratamiento de los ropajes, detalles... notándose la evolución lo mismo que en la pintura.
    La colección de tapices de La Seo es una de las más importantes de Europa y es una lástima que haya muchos zaragozanos que no la conozcan. En otros tiempos se usaban en celebraciones, sobre todo el día del Corpus,formándose como un pasillo por las naves por donde pasaba el Santísimo. Muchas piezas de la colección se deben a donaciones de monarcas y arzobispos, entre ellos Don Hernando de Aragón, hijo de Fernando el Católico. De algunos no se sabe la procedencia ni cómo han llegado allí. Además de los expuestos hay otros muchos recogidos en el almacén, pendientes de su restauración, pero esto es una obra muy cara y, como siempre, los fondos no dan para acometerla.
Vimos también expuestas las joyas que aparecieron en la tumba del arzobispo Don Hernando de Aragón: una cruz pectoral y dos discos que servían de sujeción de la capa pluvial. Así mismo vimos una naveta de plata y  concha de un molusco, que servía como especiero en los grandes banquetes y después  se utilizó como contenedor de incienso en las funciones litúrgicas.

    Seguidamente pasamos a visitar el joyero de la Virgen, situado en una sala de la Basílica. Aquí vimos, ordenadas por épocas, piezas de incalculable valor que han sido regaladas a la Virgen por personas devotas en agradecimiento a favores recibidos por su intercesión.
     La profesora nos explicó que el primer regalo se debió a la reina Blanca de Navarra, gracias a la curación de una enfermedad que la reina padecía y que le había pedido a la Virgen la remediase. Durante la Edad Media los aragoneses eran devotos de la Virgen de Salas y de Santa María del Portillo pero, a raíz del milagro de Calanda en el siglo XVII,aumentó la devoción pilarista.
    La joya más antigua que se conserva es una coronita de oro, regalo de Isabel la Católica. Las coronas de la Virgen y el Niño están expuestas en una vitrina. La más valiosa es una que luce en su fiesta. Es de oro con multitud de brillantes, esmeraldas y joyas de todo tipo que van fijadas a los resplandores. Al lado hay otra imagen muy valiosa, de plata, sin el Niño. Esta imagen es la que procesiona el 12 de octubre.
    Empezando por la izquierda podemos contemplar el olifante de Gastón de Bearn. Es una pieza única, de marfil tallado en toda su extensión, talla magnífica que reproduce los trabajos de Hércules. Hay también libritos de devoción, pinjantes que llevaban las damas prendidos del vestido, así como también algunos retabitos que contenían reliquias. Hay joyas del Renacimiento y del Barroco, con perlas barrocas, más grandes y de distintas formas. En otras vitrinas hay alhajas como pendientes, collares, anillos, pulseras, prendedores etc. Podemos apreciar también otros objetos de devoción como rosarios o relicarios en materiales nobles. En la última vitrina están expuestos los regalos de las distintas personalidades que, en los últimos tiempos han visitado el Pilar y han dejado su ofrenda. También pueden verse algunos mantos de la Virgen pero, en su mayoría, están en una exposición aparte.
    A principios del siglo XVIII había una gran colección de joyas de incomparable valor. Algunas de ellas fueron llevadas a Francia en tiempos de la Guerra de la Independencia que fueron entregadas a cambio de que se respetase el templo. En 1860 se organizó una subasta a nivel internacional para conseguir fondos y poder terminar las obras de la Basílica, que ya se prolongaban mucho. Por esta razón muchas de estas joyas se encuentran repartidas por muchos museos importantes del mundo. Algunas fueron compradas por devotos que después las restituyeron al joyero pilarista. En esta subasta no se incluyeron las coronas.