viernes, 23 de diciembre de 2016

La Navidad

    Un año más llega la Navidad. Cada vez más temprano empiezan los preparativos. A partir del mes de julio se ven colas en las Administraciones de Lotería para comprar el décimo allí donde se pasan las vacaciones veraniegas. En octubre ya aparecen en las estanterías de los supermercados los consabidos turrones. Este año, hemos podido ver cómo en la Plaza del Pilar, a finales de octubre, aparecían los camiones del Ayuntamiento con todo lo necesario para montar el Belén monumental. Es muy grande y, ciertamente, resulta laborioso colocar todo el tinglado de edificios, paisajes y figuras que lo componen. Pero no creo que lleve tanto tiempo  si tenemos en cuenta que hay varios operarios trabajando y que, además, difiere poco de un año para otro. Con unas cuantas fotografías el trabajo se abrevia. Pero, en fin, antes de que llegue diciembre, ya está listo para ser visitado.

    Con la moda -importada, como otras muchas ajenas a nuestras tradiciones- del Black Friday que se va extendiendo como la pólvora, por aprovechar los descuentos de los Centros Comerciales  se adelantan las compras navideñas, especialmente de ropa que, aunque estén los armarios a rebosar, entra la fiebre del consumismo y hay que comprar alguna prenda para poder estrenar en las comidas o cenas de amigos o empresa.

    Los Rastrillos Solidarios y los Rastrillos navideños florecen por doquier. Nos ofrecen toda clase de alimentos, bisutería, adornos de Navidad, figuritas para los Nacimientos, prendas de invierno, para esquiar y un largo etcétera. Es entretenido visitarlos y, siempre algo cae.

    En cuanto a los adornos e iluminación de la vía pública y grandes superficies comerciales, cada año se instalan antes. Y luego están insistiendo a los sufridos consumidores que ahorremos energía. Todo ese gasto del encendido vial, aunque no nos demos cuenta, sale del bolsillo de los ciudadanos. Hace años toda esta parafernalia era a partir de la Inmaculada, pero cada vez se va adelantando más y ahora en noviembre ya tenemos todo luciendo a tope.

    Se ha perdido aquella costumbre tan bonita de enviar felicitaciones a la familia y amigos. Con las nuevas tecnologías se ahorra enormemente el trabajo de los carteros en estas fechas. Al menos alguien sale ganando. Pero era muy hermoso recibir aquellas postales tan bonitas e ingenuas.

    Por todos lados nos lanzan las flechas del "compre, compre" y es difícil resistirse a este bombardeo. La paga extraordinaria se queda pequeña con tantos gastos extra en los que nos embarcamos. Después llegará la temida Cuesta de enero pero acompañada de las Rebajas y cuando vemos los precios de "antes" y "ahora" nos entran los deseos de comprar y caemos en la tentación, llevándonos a casa cosas que no utilizaremos nunca.

    Y, de los regalos ¿qué decir?. Pues que nos gastamos el dinero en cosa que no son necesarias y, no pocas veces, ni siquiera son del gusto de la persona que lo recibe. Es muy difícil acertar con los regalos porque estamos ahítos de cosa superfluas. En mi juventud cualquier cosa nos hacía ilusión porque no teníamos la abundancia de estos tiempos. Recuerdo la alegría que me produjo el día que me regalaron un modesto paraguas.

    Para la sufrida ama de casa llega otro problema gordo: las comidas. ¿Qué pongo en la cena de Nochebuena? ¿Y en la comida de Navidad?. Es complicado guisar para más comensales de los acostumbrados. Hay que procurar que el menú sea del agrado de todos. Alguno puede que tenga alergia a algún alimento y hay que tenerlo en cuenta. Nos pasamos días y días viendo supermercados, comparando precios y calidades. Después la compra. Siempre se olvida algo, aunque hagamos la lista, y hay que correr en el último momento. Sacar el mejor mantel, la vajilla, la cubertería..., que todo esté a punto. y a esperar que todo salga bien, que no se queme el asado, que no nos pasemos de sal, en fin, una serie de detalles de los que puede depender el éxito o el fracaso. Muy importante, que haya armonía entre toda la familia.

    No nos olvidemos de los juguetes de los niños, de Papá Noel o de Reyes. Parece que se va imponiendo la costumbre de que los niños reciban sus regalos el día de Navidad. Tiene una ventaja y es que pueden disfrutar de ellos en las vacaciones. Pero siempre queda nuestra hermosa tradición de los Reyes Magos, con los camellos cargados de juguetes.
Los niños no saben qué pedir. Tienen más juguetes que los que pueden disfrutar. Se antojan de todo lo que ven en la tele o en los catálogos y, luego, muchos de ellos, ni los sacan de las cajas y quedan abandonados en cualquier lugar del trastero o encima de un armario.
Cuando los de mi generación éramos niños no disponíamos de juguetes, no los necesitábamos. Jugábamos en la calle con cualquier cosa y nos sentíamos felices. He hablado sobre el tema con muchas personas y me han respondido que eran felices y recuerdan su infancia con cariño.
Para jugar cualquier cosa servía; el barro, una cuerda, las tabas, un trozo roto de loza, unas cajas de cerillas vacías, unos recortes de tela....

    Después de toda esta parafernalia que montamos cada año por estas fechas cabe reflexionar ¿somos ahora más felices?. Pienso que no. La abundancia de cosas superfluas no aporta felicidad.

    Recuerdo con mucho cariño las fiestas navideñas de mi infancia, cuando iba de vacaciones al pueblo, con mi familia.No había grandes extraordinarios ni en la comida ni en nada. Solían guardar el gallo para Nochebuena, la madre lo guisaba y aquello era un manjar. Por descontado que no se conocían los mariscos. Si acaso un besugo al horno, que entonces era un pescado normalito y no alcanzaba los precios astronómicos de ahora. También solía estar presente el bacalao, que entonces era más barato y no faltaba en las casas. El turrón nunca faltaba, duro y blando, los clásicos, pero no en las cantidades que compramos actualmente. Para postre había manzanas rebozadas, en discos, algo que no he vuelto a degustar pero queda en el recuerdo de aquellos sabores de la infancia. En casa de la abuela y, en otras muchas casas del pueblo, no faltaban las castañas cocidas.
Se cenaba con alegría, recordando siempre el motivo de aquella celebración. Había también un recuerdo para los familiares que ya nos habían dejado y, siempre, estaban presentes aquellas personas, menos afortunadas, que no disponían de un techo y algo que llevarse a la boca en días tan señalados.
Después de la cena se asistía a la Misa del Gallo. Un año, incluso, fuimos al pueblo de al lado porque ponían un Belén viviente y era una novedad que no nos podíamos perder.
Había un espíritu navideño que, desgraciadamente, se está perdiendo y todos estos festejos quedan reducidos al más bárbaro consumismo. Nada nos llena, no se es más feliz por tener más cosas, ni siquiera las disfrutamos. No sabemos del goce de un paseo por un sendero del bosque, en otoño, contemplar una puesta de sol, admirar las flores en primavera y disfrutar de su aroma. Todas estas cosas son fundamentales y no cuestan dinero.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Cantares de Gesta

    La Universidad Popular organiza, periódicamente, rutas literarias para dar a conocer los libros clásicos de nuestra literatura y, de paso, conocer también los entresijos de la ciudad, cómo debió ser en otras épocas. El pasado jueves la visita tenía como protagonistas los Cantares de Gesta.

    Por Cantares de Gesta se entiende una serie de composiciones narrativas, en verso, de autor anónimo, que daban noticia de hechos históricos, más o menos novelados, y que difundían los juglares por los castillos o plazas públicas de los poblados durante la Edad Media. Eran composiciones  en    versos de arte mayor, asonantados, divididos en dos hemistiquios, mediante una cesura central. Eran recitados o cantados con acompañamiento de instrumentos  musicales. Como eran muy largos se recitaban a lo largo de varios días. Solían tener de 2.000 a 20.000 versos, con una media de 4.000. De vez en cuando el juglar se dirigía al público para hacer como un resumen recordatorio y poner en situación a los que lo oían por primera vez. Al final, con unos versos, solicitaba que los oyentes contribuyeran con unas monedas o prendas (que luego vendían) para que el juglar pudiera vivir y desplazarse de un lugar a otro.

    En todos los países que en ese tiempo tenían un peso específico en Europa, estuvieron muy en boga. Así en Francia los del ciclo Carolingio. En general eran muy novelescos y no se ajustaban al hecho histórico que intentaban narrar. Se conservan muchos ya que fueron copiados por los monjes en sus monasterios. Se iban haciendo distintas refundiciones al pasar de unos a otros intérpretes.
En Alemania está el ciclo de Los Nibelungos. En Inglaterra también tienen su importancia los de Los Caballeros de la Tabla Redonda y el ciclo de Los Condes.
Por lo que nos atañe a nosotros, nos ha quedado el Cantar de Mío Cid y poco más. A este poema le faltan algunas hojas que se han podido suplir gracias a las crónicas de los Veinte reyes.

    En cuanto a la visita, hay dos cantares del ciclo carolingio que tienen su escenario en la ciudad: la Canción de Rolando y Rolando en Zaragoza.
Nos reunimos en las murallas romanas, al lado del Torreón de la Zuda, donde estaba situado el castillo que habitaban los gobernadores musulmanes de la Sarakusta medieval.
Hasta aquí vino  Carlomagno con todo lo más granado de su ejército, para ayudar al emir. Pero cuando llegó a las murallas no se abrieron las puertas y el emperador tuvo que volverse nuevamente a Francia con sus soldados. Con él venía su sobrino Roldán, la flor y nata de la nobleza de los francos, que quedó en la retaguardia con un grupo de soldados. Al llegar a Roncesvalles, los vascones le tendieron una emboscada. El joven, al verse perdido, pidió ayuda al emperador haciendo sonar su olifante pero ya estaban lejos y no pudieron  oírle. Allí Roldán quedó derrotado y muerto, tendido sobre una piedra. Sobre este hecho en España hay varios romances que obedecen más a la leyenda que al hecho histórico en sí.
Hay otro Cantar de Gesta "Roldán en Zaragoza" en el que este caballero sí entra en la ciudad y aquí aparece el amor galante en la narración. Cuenta el cantar que la esposa del emir se enamora de Roldán y le envía a su país un guante, como prenda de su amor. Al recibirlo, el caballero viene a Zaragoza, entrando por la Puerta del Ángel, próxima al zoco. Los musulmanes se enteran y quieren detenerlo.La mora  le envía un emisario para que huya, con su manto que Roldán ciñe al cuello y, cuando quiere salir de Albaida, se encuentra las puertas cerradas por lo que echando mano a la espada de unos mandobles mata a los guardianes. Con otro golpe de espada derriba la puerta y así logra salir sano y salvo de la ciudad.

    En el Ayuntamiento hay unas maquetas de la ciudad en distintas épocas. Allí pudimos apreciar cómo era Sarakusta medieval, con sus murallas, la mezquita mayor, el zoco y los barrios del arrabal, fuera de los muros.
La mezquita mayor, al ser conquistada la ciudad por Alfonso I, el Batallador, en 1118, pasó a ser la iglesia-catedral con la única variación de su orientación. Después se fueron acometiendo reformas, cuando las circunstancias eran propicias. La primera de estas modificaciones es el comienzo de los ábsides románicos, que pueden sólo verse al exterior ya que en el interior están tapados por el retablo siendo extremadamente difícil poder conseguir permiso para visitarlos y ver las hermosas esculturas remánicas que lo decoran.
El rey regaló al Obispo unos terrenos, al lado, para que construyera su casa. Hoy es la Casa de la Iglesia, vivienda del Arzobispo y un magnífico museo de Arte Religioso. En este museo visitamos lo que queda de la capilla primitiva y algunas salas en las que vimos el olifante de Gastón de Bearn, compañero del Batallador y primer señor de Zaragoza. Su cuerpo está enterrado en el Pilar, ya que era muy devoto de Santa María. En el museo vimos también capiteles románicos, historiados y algunas tallas románicas de la Virgen, esculturas sedentes en las que se representa a María como trono de Cristo. Estas imágenes eran muy veneradas en la Edad Media y, ante ellas se postraban los caballeros antes de emprender una batalla. Eran muy importantes las reliquias de Cristo y de los santos y los relicarios. Los caballeros solían llevarlas en el pomo de sus espadas. La búsqueda del Santo Grial ha sido tema de muchas obras literarias y musicales. Hoy sabemos que se encuentra en la Catedral de Valencia. Esta reliquia, parece ser que la envió San Lorenzo desde Roma para que se custodiase en Aragón. Así estuvo depositada en La Seo, en San Juan de la Peña, yendo a parar después al lugar actual. Junto con estas devociones, las supersticiones también estaban muy extendidas.
Hicimos, también, una visita al Archivo de Zaragoza, situado en un palacio renacentista del Casco Viejo. Allí pudimos contemplar, en vitrinas, algunos documentos antiguos. Lo más valioso se encuentra en el sótano, debidamente protegido, con temperatura y humedad controladas, para evitar su deterioro. Estos fondos sólo son accesibles a los investigadores, con permisos especiales.

    Del Cantar de Mío Cid recordamos su figura y el hecho histórico de que fue mercedario del rey moro de Zaragoza, circunstancia que en el Cantar no se menciona. Sí están presentes otros lugares de Zaragoza como Ateca, Terrer, Calatayud y, sobre todo, de Teruel, Albarracín y sus entornos.

    El Cantar de Mío Cid está dividido en tres partes o cantos: El destierro del Cid, Bodas de las hijas del Cid y La afrenta de Corpes.
Según Menéndez Pidal hay dos autores, uno natural de San Esteban de Gormaz, más histórico, y otro natural de Medinaceli, más dado a lo novelesco. Para hacer esta afirmación se basa en el conocimiento minucioso de sus entornos, lugares por donde discurriría su vida y por el diferente estilo que se observa en los distintos pasajes. Se nota que ninguno conocía la zona de Valencia, por las imprecisiones geográficas y menos descripciones de lugares. Sabemos que fue escrito hacia 1140,  unos 50 años después de la muerte del héroe, acaecida en 1099.

    En el primer canto se nos describe el destierro del Cid. La causa las envidias de algunos cortesanos el conde García Ordóñez, a quien venció e hizo prisionero  en Granada. El Cid fue acusado falsamente de quedarse con parte de los tributos que los reyes de al- Ándalus debían pagar al rey castellano Alfonso VI y que éste le había encargado cobrar. El Cid sale de Burgos con sus leales vasallos y encuentra puertas y ventanas cerradas porque el rey había decretado que aquel que ayudase a Rodrigo Díaz de Vivar recibiría un terrible castigo, siéndole confiscadas sus propiedades e incluso se le arrancarían los ojos de la cara. Deja a Doña Jimena y a sus hijas depositadas en el monasterio de San Pedro de Cardeña, encomendando al abad que fueran tratadas como merecen las damas. En realidad era una retención y no podían salir libremente del monasterio.

    En el segundo canto se narra la conquista de Valencia. El Campeador manda a un emisario con presentes para el rey castellano y pide que su esposa e hijas vayan a vivir con él a Valencia. El rey le concede su permiso. Los infantes de Carrión, jóvenes de alta alcurnia, pero sin dinero. ambicionan las riquezas que El Cid va consiguiendo con sus conquistas y piden al rey que les case con sus hijas.. El rey, con la autorización del padre les concede la mano de Doña Elvira y Doña Sol. Se celebran las bodas en Valencia, con grandes festejos y torneos. Los infantes pronto dan muestras de su cobardía en el pasaje del león y en la lucha contra el rey Bucar. Los vasallos del Cid, que han presenciado estos actos, empiezan a conocerlos mejor y a burlarse, hiriendo el orgullo y la vanidad de los Infantes que buscan la forma de vengarse.

    En el canto tercero esta venganza se lleva a cabo en aquello más querido del Cid: sus hijas. Piden permiso al Campeador para llevarse a sus esposas a conocer sus tierras de Carrión, siéndoles concedido. El Cid, que no se fía mucho de sus yernos, que ha accedido al casamiento como sumisión al rey, envía a su sobrino Félez Muñoz en la comitiva para que cuide de ellas. Al llegar al robledo de Corpes los Infantes mandan delante a todos los acompañantes, quedándose solos con sus esposas. Allí les despojan de sus vestidos y las azotan hasta dejarlas desmayadas, sin amparo, expuestas a las bestias y a las aves que las despedazarían. Abandonadas así  sólo les esperaba una muerte atroz. Pero su primo, que no se fiaba de las intenciones de los crueles esposos, vuelve y encuentra a las pobres mujeres, llevándolas a Gormaz, en donde son atendidas hasta que se curan las heridas. De vuelta a Valencia El Cid pide justicia al rey para vengar esa afrenta. El rey convoca Cortes en Toledo y allí tienen que acudir todos sus vasallos. El Cid pide le sean entregadas Las espadas Colada Y Tizona, que el rey les había regalado así como los dineros de las  dotes entregados. No conforme con todo esto solicita sean dirimidas en duelo, como era costumbre, las afrentas. Para ello se eligen tres caballeros de ambos bandos.Pero Bermúdez vence a Don Fernando de Carrión, Martín Antolínez vence a Diego y Muño Gustioz a Asur González. Así quedaron vengadas. En esas mismas Cortes llegaron emisarios de Navarra y de Aragón solicitando la mano de las hijas para sus Infantes. De esta forma el linaje del Cid entronca con las casas reales de los reinos hispánicos.

    Esta visita me ha supuesto un conocimiento más profundo de la literatura medieval, de sus héroes en los que se valoraban  tanto las virtudes caballerescas como el valor, la fidelidad, la religión, la prudencia, los sentimientos humanos, la generosidad, el amor cortesano, el sacrificio, la austeridad, etc. Por mi parte he leído el Poema de Mío Cid, del que conocía distintos pasajes, pero no la obra completa.
El libro presenta, además un prólogo que me ha sido muy útil porque me ha ayudado a esclarecer muchas cuestiones relacionadas con el mismo. Es una traducción de Luis Guarner, que contiene muchos catalanismos que me resultan extraños en el idioma castellano, yo entiendo que son incorrecciones. Por lo demás ninguna crítica negativa. Está en forma de romance que facilita mucho la lectura. Al final del libro hay una parte explicativa, muy útil porque nos documenta de los lugares que se nombran , los personajes, palabras, costumbres, etc que podemos consultar y nos van aclarando muchas cuestiones.