miércoles, 7 de septiembre de 2022

Mis vacaciones

    Aunque los jubilados tenemos vacaciones todo el año, siempre se esperan con ilusión esos meses de verano que solemos pasar fuera del domicilio habitual. Cambiar de ambiente siempre está bien.

    Este año, como muchos otros, estuve en Alba de Tormes (Salamanca). Pasé bastante calor, como todos, pero está el aliciente de la piscina que por el módico precio de  26 euros podemos disfrutar de un abono para toda la temporada, incluidas tres horas semanales de gimnasia en el agua con un monitor que, habitualmente, imparte las clases de gimnasia durante todo el año. Esa hora se llenaba la piscina de gente mayor y no tan mayor. Esos días la asistencia era más numerosa. El resto de los días nos dedicábamos a hacer los ejercicios ya conocidos, de forma que no perdíamos el tiempo.

    Por la tarde, un paseíto corto cuando ya el sol estaba para ocultarse y el calor iba disminuyendo. La verdad es  que, con un poco de prudencia, se podía aguantar el calor diurno. Por la noche y las mañanitas la temperatura era bastante apetecible.

    Tuve la oportunidad de reunirme con mis hermanas y me trasladé hasta mi pueblo de nacimiento, un pueblecito de la provincia de Burgos que hacía muchos años que no había visitado. Lo encontré muy cambiado y, lo mismo el campo. No se parecía nada a mis recuerdos. Es uno de esos pueblos que, durante el invierno está prácticamente vacío pero, durante las vacaciones veraniegas, se llena con la gente procedente del pueblo, que vive en otra parte pero se han construido allí su segunda vivienda y acuden todos los años. Además, hacía solo unos días que habían celebrado las fiestas de San Blas y las Candelas y todavía seguía el ambiente festivo con los adornos de banderitas multicolores por las calles. También tuve ocasión de ver a muchas personas con las que mantuve relaciones en otros tiempos y que hacía un sin fin de años que no  veía. He aprovechado para dar grandes paseos por el campo. En verdad que no lo reconocía. Casi todo son viñedos pero de unas extensiones que jamás habría podido soñar. Las viñas muy cuidadas, sin una mala hierba. Debido a la sequía las uvas eran muy pequeñas pero ya empezaban a madurar. Todo estaba adelantando su ciclo de maduración.  Si bien las viñas estaban impecables, el resto del campo estaba totalmente abandonado. en las arboledas no se podía entrar pues más parecía la selva. Los ribazos llenos de brotes de árboles que nadie se ha ocupado de limpiar. Ya no existen animales domésticos, únicamente se ve algún perro y muchos gatos. No existen ovejas ni cerdos, conejos o gallinas como en otro tiempo. Han nacido muchos pinos y hay grandes pinares, pero ni una sola piña ya que las de este año ya se las han comido las ardillas en verde. Mal invierno les espera a estos pobres animalitos  pues no ha quedado ninguna almendra debido a los hielos tardíos y nueces han quedado muy pocas. 

    Por las tardes acude la gente al bar, único punto de reunión. para jugar unas interminables partidas de cartas. Como no soy aficionada a tales juegos, aprovechaba para darme largos paseos por el campo. Cada día iba por un camino distinto, sin saber a dónde iría a parar, disfrutando del paisaje, sin perder de vista los puntos necesarios para poder volver. Aunque he llegado hasta recorrer grandes distancias, no me he perdido ningún día. He recorrido términos que jamás pensé que podría llegar a ellos.

    Todo llega a su fin. Pensé estar solo unos pocos días y, al final, he pasado dos semanas inolvidables.Me fue a recoger mi hija y pasé un día en Guadalajara. desde allí, en el AVE vine hasta Zaragoza. Por este año se acabaron las vacaciones. Ahora toca preparar el curso. Veremos qué opciones tenemos. Algo saldrá, que después de la pandemia todos tenemos ansias por resarcirnos y recuperar el tiempo perdido.