domingo, 16 de diciembre de 2012

El secreto de la diosa

Es un libro de Lorenzo Mediano, de la editorial Grijalbo. Pertenece al género de novela prehistórica.

Durante el Neolítico la Humanidad sufre una importante transformación. De nómada, recolectora y cazadora, se hace sedentaria y comienza la agricultura y el pastoreo, domesticando animales para su sustento. Pero hay otro cambio social. La sociedad pasa del matriarcado -gobierno de las mujeres- a un patriarcado que ha perdurado hasta hoy.
El autor narra en la novela la lucha de sexos en la que Ahkim, al descubrirse el secreto de la diosa, lucha para arrebatar el poder a las mujeres, encarnado en Aster, la Madre, y después en su nieta Uriel, joven guardiana que defiende el poder del matriarcado.

En el poblado de Zewi Khemi tiene lugar esta transformación social. Las mujeres forman un estamento: la Madre, las guardianas, el Consejo de las Ancianas, y el resto de las mujeres, dedicadas a la agricultura. Los hombres pastorean el ganado y, de tarde en tarde, salen a cazar. Apenas existen conflictos bélicos entre las tribus próximas y se aburren.

Pero al descubrirse "el secreto de la diosa", que no es otro que la participación del elemento masculino en la procreación, las cosas cambian. No tienen que estar sometidos a las mujeres, perdiendo éstas sus privilegios.

La novela está estructurada en capítulos, que son 31, con una especie de prólogo introductorio que nos presenta el tema. Tiene éste lugar en una cueva y nos lleva a un tiempo anterior en el que todavía los hombres son nómadas, En esa cueva, precisamente, tendrá lugar el final de la novela, por tanto es circular.
En los primeros capítulos, el autor nos presenta a los personajes que van a dar vida a la narración. El nudo empieza cuando se descubre el secreto y comienza la lucha del hombre por arrebatar el poder a las mujeres. El desenlace tiene lugar cuando Ahkim se hace con el control del poder, se erige rey, cambiando todo el orden social anterior.

El relato tiene lugar a lo largo de cuatro generaciones. Hay por lo tanto nacimientos y muertes; tiene lugar el paso del nomadismo al sedentarismo; se sustituye la cueva por el poblado; nacen la agricultura y el pastoreo; aparecen las jerarquías, el amor, el poder, la esclavitud, los castigos, el canivalismo, los clanes con su jefe.
El tema principal es el paso del matriarcado al patriarcado. Es un tema innovador, social, ficción histórica.
Son temas secundarios: el poder, el sexo, el lesbianismo, la amistad, el amor, los mitos y tabúes, creencias, canivalismo, la esclavitud, el arte, estructura social, la justicia, abusos del poder, sedentarismo, obstetricia, medicina natural,la violencia, la casa, la supervivencia, la agricultura y la ganadería, el miedo, la venganza, la Naturaleza, la nobleza personal, la mujer como propiedad, la virginidad, la prostitución de la mujer...

Hay una clara diferencia entre los rasgos del carácter masculino (violencia, fuerza) y los femeninos (sabiduría, astucia, pacifismo). Cada personaje es diferente al resto y se le atribuyen una serie de cualidades. No hay arquetipos, no hay modelos puros, son grises.

Los personajes principales son:
-Aster, la Madre, gobierna el poblado. Es madre de Nohara y de Tasmar. Es un personaje fuerte, astuto, inteligente. A veces tiene rasgos de sensibilidad y piedad.
-Nohara es madre de Uriel y Koshmar. Es sensible, se apiada de las desgracias ajenas, es buena. Todo ésto le lleva a estar marginada por la tribu. También el hecho de que después del parto haya quedado estéril.
-Koshmar es inteligente y valiente. Después de una enfermedad queda tullido y no es apto para muchos trabajos. Es sensible y se refugia en el arte y en el amor.
-Uriel es inteligente, fuerte, valiente, comprometida con las viejas tradiciones, es violenta. Mantiene con Ahkim una relación amor-odio.
-Ahkim, huérfano, es despreciado por la tribu, albergando desde niño el sentimiento de la venganza, Es violento, sanguinario, fuerte, valiente. Es agradecido, fiel, su amistad será inquebrantable hacia las únicas personas en las que encontró piedad y ayuda en su desvalimiento.
-Mara es la extranjera y, como tal, marginada.Es hija de la Madre de otra tribu, hermana de sangre de Uriel y enamorada de Koshmar; al final decide unirse a Ahkim, buscando protección. Es sensible.
Entre los personajes secundarios están: Tasmar, Turnitaar (jefe del clan de la Serpiente), Kurmil (una anciana), Friascar (el retrasado). Oolwi es el hijo de Uriel Y Ahkim que vencerá y dará muerte a su padre en la cueva, dando lugar a un nuevo cambio en la vida de la tribu,

El estilo es realista, rayando en el naturalismo, con pinceladas de sensibilidad y elementos épicos.
Los nombres de los personajes están tomados del esperanto.

A grandes rasgos, me ha gustado la novela. Es una forma novedosa de exponer una hipótesis: el matriarcado primitivo y el paso de este dominio femenino al del hombre, quedando así establecido, a lo largo de la historia, hasta nuestros días. Hoy, por fortuna, las cosas van cambiando y se tiende hacia una igualdad de los dos sexos en cuanto a derechos, aunque sea difícil y lenta esta transformación de la mentalidad.
No obstante, hay tres puntos en los que no estoy de acuerdo: la crueldad, el sexo y el nivel del lenguaje.
La violencia es excesiva; sólo hay un personaje -Nohara- que se salva de esta lacra.
En cuanto al sexo veo que ha insistido demasiado en el tema y el autor lo ha expuesto con mucha crudeza, de forma reiterada.
El nivel del lenguaje lo considero poco adecuado. Los personajes, a mi modo de ver, tienen un nivel en el discurso que no se corresponde, en absoluto, al desarrollo primario que se supone en época tan arcaica. Por otra parte, es plano, todos los personajes hablan del mismo modo, hasta el retrasado mental del grupo. Sólo se salva el lenguaje referido al sexo, que es más primitivo.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Las cartas


Con la llegada de las nuevas tecnologías en los tiempos actuales, vamos dejando por el camino muchas cosas que, en el fondo, añoramos y sentimos que desaparezcan, entre ellas, las cartas.

Cuando abrimos el buzón ¿qué encontramos?. Facturas, publicidad, comunicaciones de los bancos, algunas noticias de la Administración, no siempre agradables para el contribuyente... Y ni una sola carta. El escribir cartas ha quedado como una reliquia del pasado.

Ahora las comunicaciones -dicen que estamos en la era de las comunicaciones- , se hacen a través del teléfono fijo o móvil, del fax, del e-mail... Pero estas "comunicaciones", mensajitos de unas cuantas palabras, escritas con una ortografía exclusiva, nada tienen que ver con la carta tradicional. Hay una literatura epistolar; se conservan cartas de muchos personajes ilustres que tienen un valor incalculable porque están escritas con esmero y su contenido era importante, bien por el sentimiento expresado en las mismas o por los asuntos trascendentales que se trataban en ellas.

¡Qué alegria proporcionaba recibir una carta!. En los pueblos el cartero recorría las calles e iba repartiendo casa por casa su carga, sin tan siquiera llamar, directamente echaba la carta en el portal. Entonces todas las casas permanecían abiertas durante el día, no como ahora que, debido a la inseguridad, cada vez que se ausentan, aunque sólo sea por unos minutos, cierran la puerta con llave. Antes, no.
Las comadres estaban "espiando" y sabían quiénes recibían carta. Si alguna chica tenía el novio en la mili, sabían cúando escribía.No había muchas novedades en los pueblos pequeños y eso podía ser un motivo para comentar en los corrillos.

Recuerdo que había un matrimonio mayor, padres de muchos hijos que, como otros muchos, habían tenido que salir a la capital en busca de un porvenir mejor. en el pueblo quedaron solos los viejitos, pero no estaban olvidados. Era raro el día que no recibían carta de alguno de ellos. Tenían la costumbre de dar al portador de la misiva una propinilla que, dadas las escasas posibilidades económicas del matrimonio, consistía en 10 céntimos. Siempre lo he considerado como el óbolo de la viuda del evangelio, algo con un valor inmenso.La abuelita no sabía de letras, nunca pudo asistir a la escuela. Era el marido quien leía las cartas y las contestaba, aunque fuera la esposa quien las dictase pues, pese a no tener instrucción no tenía un pelo de tonta. Cuando el anciano murió tuvo que buscar una persona de confianza que le hiciese el trabajo. A ello se prestó una buena vecina que, también era recompensada cuando para el verano llegaban los hijos al pueblo a pasar las vacaciones. Nunca se olvidaban de un regalito para la caritativa amanuense.

En las ciudades, en esos tiempos no se habían instalado todavía los buzones en las casas y el cartero se colocaba al pie de la escalera y voceaba los nombres de aquellas personas que tenían correspondencia y tenían que bajar a recogerlas. Si la casa tenía portería era el empleado quien se encargaba de su distribución. De una forma o de otra todo el mundo se enteraba de las cartas que recibían los demás. Con la instalación de buzones se ganó en privacidad y para los carteros supuso un cambio favorable.

Qué emoción abrir una carta, a solas, con tranquilidad. Podía ser de la familia, de amistades o, siempre más placentera, de amor. Entonces los dedos rompían nerviosos el sobre, sacando las cuartillas que contenían los sentimientos más profundos; a veces aparecía también una fotografía y el gozo era mayor. Otras, se incluían pequeños regalos, camuflados entre el papel, como pañuelos de seda o alguna baratija de escaso valor material pero que eran recibidad como el mayor tesoro.

Contestar las cartas era otro momento emocionante que también hemos perdido. Había que meditar lo que se escribía ya que era algo que quedaba ahí, no como las palabras que se las lleva el viento. Circulaban manuales muy utilizados por personas con una cultura mínima, no acostumbradas a expresarse por medio de la escritura. Se ponía especial cuidado en la redacción y la caligrafía, en consonancia con la persona a la que iba dirigida, no es lo mismo escribir a una amiga que al novio ausente.
Las cartas de enamorados se conservaban en paquetes atados con cintas que, después si había una ruptura, normalmente, se devolvían, junto con las fotografías y los regalos.
No siempre las cartas traían buenas noticias pero, como todo en la vida, la alegría y el dolor son caras de la misma moneda.

Ahora, si acaso, recibimos por correo alguna felicitación por Navidad, una simple tarjeta con una fórmula de cortesía, sin personalizar mucho en las que nos deseamos felicidad. Si hay suerte las recibimos por el correo tradicional pero ya se va imponiendo, sobre todo entre los jóvenes, enviarse mensajitos a los móviles o, también a través del correo electrónico reenviamos fabulosas felicitaciones con toda suerte de colorido y  música, todo muy bonito, eso sí. pero que carece del calor de algo personal.

Tendremos que convenir que aquellos tiempos han pasado y adaptarnos a los nuevos usos aunque para ello tengamos que ir dejando por el camino jirones de nuestra vida.

lunes, 3 de diciembre de 2012

La matanza en el pueblo



Dice el refrán: "A cada cerdo le llega su San Martín". Como San Martín se celebra el 11 de noviembre, hace referencia a que por estas fechas se hacía en las casas de los pueblos la matanza del cerdo que habían estado cebando durante buena parte del año. El que fuera en esta época y no en otra obedecía a varias razones: necesitaban provisiones para el largo invierno; para poder degustar en las fiestas navideñas de las delicias que proporciona; pero el motivo fundamental es que el frío evitaba que la carne se estropease, ya que entonces no se conocían los frigoríficos y tenían que aprovechar lo que nos brinda la Madre Naturaleza.

Los chiquillos esperábamos con ilusión el día de la matanza. Era una fiesta más en el calendario de las familias. Allí en el pueblo tenían lugar los viernes, ya que ese era el día en que el Veterinario se acercaba a la localidad para examinar un trozo de la lengua del marrano recién sacrificado y dictaminar si era apto para ser consumido.Claro que cuando llegaba el funcionario ya no estaba entero el animal pues para el almuerzo ya se había echado mano de algunos trozos del inocente sacrificado.

Nos estamos adelantando al tema. Primero se hacían los preparativos. Era necesario disponer de un tajo -especie de banco de madera, muy tosco- sobre el que se colocaba al cerdo. También se necesitaban unas gavillas de paja, guardadas desde el verano, para chamuscar los pelos del bicho. El día anterior, las mujeres de la casa se encargaban de picar la cebolla para las morcillas. Era un trabajo ingrato pues nadie se libraba de una buena llantina. Se avisaba al matarife y a algunos familiares y vecinos para que ayudasen a sujetar al animal durante el sacrificio

El día señalado, en cuanto la aurora despuntaba, todo el mundo en la casa abandonaba el cálido lecho y comenzaban los preparativos inmediatos. Se afilaban bien los cuchillos que iban a utilizarse, se partía una buena hogaza para lo que sería la sopa en un enorme perol. Reunidos los que habían de participar en el acto cruento se sacaba al pobre gorrino de su pocilga y entre todos lo colocaban en el tajo para facilitar el trabajo al matarife. El animal no se rendía tan fácilmente y los gruñidos se oían por todo el pueblo pues eran eco de otros muchos que ese "viernes negro" caían en el vecindario. La madre acudía a recoger la sangre, primero para la sopa y después para las morcillas.

Ya muerto se le abrían las entrañas para sacar los intestinos y demás vísceras, algunas de las cuales se degustarán en el almuerzo ofrecido a todos los que habían colaborado en la faena. Este almuerzo consistía en la sopa que se hacía con el pan, algo de sangre, trocitos de asadura y una capa de queso rallado por encima. Se completaba con un guiso de trozos variados de lo que habían sacado del cerdo recién sacrificado. La canal abierta se colgaba con una gruesa soga de una viga y así permanecía hasta el día siguiente que tenía lugar el despiece.

El primer día había que lavar las tripas. El intestino delgado se reservaba para embutir los chorizos y el intestino grueso, debidamente troceado, serviría para las morcillas.
Los familiares más allegados participaban de la comida que, invariablemente, consistía en un sabroso cocido con su repollo y la correspondiente sopa del caldo.

Por la tarde se hacían las morcillas con arroz cocido, la cebolla, sangre, grasa del cerdo y distintas especias. Con la mezcla se llenaban las tripas conveniéntemente preparadas, una a una. Se iban llenando y se cocían en una enorme caldera. Pasado el tiempo de cocción se sacaban colocándolas cuidadosamente en una duerna para después colgarlas en unas varas que se colocaban en las cocinas o desvanes.

Ya de noche comenzaba la participación de los pequeños pues era tradición repartir, a todos los familiares o vecinos con los cuales la familia tuviera ciertas obligaciones, algo del cerdo para que todos participasen, de algún modo, en el acontecimiento. Se acostumbraba llevar un puchero con "caldo mondongo", que no era más que el caldo de cocer las morcillas, acompañado de una de ellas, un trozo de tocino y algunos trocitos de asadura. Los niños eran los encargados del reparto y lo hacían de muy buena gana pues también era lo acostumbrado que correspondiesen con una propinilla, que era guardada celosamente hasta que llegaban las fiestas del pueblo, allá para febrero, y con ese dinero poder comprar alguna chuchería.

Después de la cena solía organizarse algún juego, cartas para los mayores y el parchís o la Oca para los pequeños, hasta que rendidos de sueño tocaba acostarse.

El segundo día de la matanza estaba destinado al despiece. Se preparaban los jamones, lomos, solomillos y costillares que se destinaban para ser adobados y curados. Por oro lado se preparaban los huesos que también se adobaban y se iban incorporando al cocido diario. El tocino se dividía en perniles que se colocaban cubiertos de sal y duraban todo el año. La carne se picaba en tarjadores de madera y se colocaba en unas duernas tambíén de madera adobándose durante unos días hasta que se hacían los chorizos. La grasa se hacía pedazos y se derretía sacando la manteca que se guardaba en orzas para hacer los mantecados de las fiestas y para algún guiso que lo requería. Los trozos que quedaban sin derretir eran los chicharrones que se comían tal cual o bien para hacer tortas con ellos. Como es sabido en el cerdo todo se aprovecha y nada se tira.

Cuando la carne picada estaba en su punto se embutían en las tripas guardadas a tal efecto y, si eran insuficientes, se compraban más, bien frescas o secas. Esta operación se podía hacer con embudo o bien con una máquina que hacía el trabajo más rápido. En todos los casos era necesario ir pinchando con una aguja para que no quedara aire dentro de la tripa. Después se iban atando, de trecho en trecho, y, puestos en sartas se colgaban al aire para que se curasen los chorizos. Si el tiempo venía de lluvias o con nieblas era necesario curarlos al humo para que la carne no se malograse.

Cuando los chorizos, lomos y demás exquisiteces estaban a punto, en casa, recuerdo que se troceaban, se freían un poco y se colocaban en orzas, cubriéndolos con aceite y así se conservaban durante todo el año. echando mano de ellos  cuando la ocasión lo requería.