miércoles, 15 de septiembre de 2010

Invasión

El autor de Cuerpos y almas nos presenta en este libro una visión de la invasión del norte de Francia por los alemanes, durante la Gran Guerra, la del 14. Es la zona en la que el autor pasó su infancia y juventud, ya que nace en Roubaix, en 1907, Estudiando después en Tourcoing y en Lille, ciudades donde tienen lugar los acontecimientos narrados.



Por lo tanto, aunque él era un niño, vive de cerca los hechos que narra, están muy próximos en el tiempo y puede tener un conocimiento muy completo de los mismos. Como son muchos los personajes que aparecen, al comienzo del librhace una reseña de los mismos para que el lector no se pierda.



El escritor pertenece al movimiento del naturalismo cristiano y nos describe las penalidades por las que tiene que pasar la población que sufre las consecuencias de la invasión: requisas, paralización de las industrias, movilización de los soldados... Con el tiempo estas circunstancias llevan al hambre, al frío, a tener que claudicar ante el enemigo. Hay personas que resisten he róicamente y otras que se aprovechan de la situación especulando con con los productos básicos, llenándose los bolsillos a costa del hambre de los pobres, porque en las guerras como en cualquier catástrofe siempre son los mismos los que más sufren las consecuencias.



Cuando después de cuatro largos años, por fin se firma el armisticio, son los que menos han sufrido los que van a recibir las medallas, quedando en el olvido los verdaderos actos heroicos.



Es un libro que recomendaría a los amantes de la Historia. Es interesante y ameno y siempre aprenderemos una lección moral: la inutilidad de las guerras.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La playa

La playa es casi sinónimo de veraneo. Aunque hay otro tipo de vacaciones muy interesantes, ir unos días a la playa para disfrutar de los baños de mar y adquirir ese bonito bronceado de la piel, es saludable y placentero.

Ir por la mañana temprano y contemplar el mar sereno, aún sin hollar, pasear por la orilla y darse un baño produce un goce indecible. Después, poco a poco, va apareciendo ese bosque multicolor de sombrillas y bañistas y ya, según va avanzando el día, encontrar un huequecito para poder plantar una más o extender una toalla, resulta una tarea harto difícil. Lo mismo ocurre a la salida del baño, que es casi imposible localizar ese precioso metro cuadrado de arena entre toda la barahúnda playera.

Por eso, lo mejor es madrugar y bañarse cuando el agua está transparente como el cristal, disfrutar libremente de la natación, sin agobio de multitudes y, cuando aprieta el calor, volverse tranquilamente para encontrar la paz en la sombra de casa.

La playa es un mundo curioso y variopinto y observarla es muy entretenido y sociológicamente instructivo.

Hay grupos que parece que fueran a pasar allí una temporada, no se olvidan de nada: sombrillas, toallas, mesas, hamacas, sillas, tablas, colchones hinchables, flotadores, "churros", neveras repletas de alimentos y refrescos, bolsas, las cremas para el sol, juguetes para los niños, juegos para los mayores... en fin que necesitan un camión de mudanzas para transportarlo todo.Y todas estas cosas cada vez más sofisticadas, porque ¡hay que ver lo que inventan!. En los brazos de las hamacas dispositivos para colocar el vaso con la bebida, reposacabezas de lo más cómodo, carritos con ruedas acoplados a las sombrillas para poder llevar cómodamente todos los bártulos; en fin, que la imaginación no cesa de inventar artilugios que faciliten la vida, ya de por sí descansada de las vacaciones.

En cuanto a tomar el sol, desoyendo todo consejo médico, pues como en una parrilla: hacia arriba, hacia abajo, de un lado, del otro... porque algunas personas no tienen un centímetro de piel sin tostar.

¿Y los niños? Hay quien los lleva después de las doce, sin protección de gorro o camiseta, exponiéndolos a una grave insolación.

En cuanto a los cuerpos de hombres y mujeres, hay de todos los tipos: sirénidos, los menos y cetáceos, los más. Con esta exposición, sin estadísticas, que no se necesitan, se ve cómo ha aumentado la obesidad, no sólo en las personas mayores, si no entre los jóvenes, sobre todo en las féminas.

Si alguien tiene algún complejo, después de observar este curioso mundillo, creo que le desaparece, así como el temor al ridículo, pues aquí se ve de todo y nadie se espanta de nada.

Hay que dar un toque al sentido de ciudadanía y respetar el entorno. Es inadmisible, existiendo papeleras, que aparezcan en la arena o en el agua bolsas de plástico, botellas, pañales, compresas, restos de alimentos, etc... Los servicios de limpieza no pueden ir detrás de cada uno y, para que las playas estén limpias, es necesaria la colaboración de todos.