lunes, 20 de junio de 2011

Los comediantes

Llegan por la estrecha carretera en un carro tirado por dos mulas trotonas. En el toldo, con letras góticas, se podía leer: Compañía de Teatro "Los Chiripas". Dentro del carro iba todo su mundo: grandes baúles y cestas de mimbre con todo lo necesario para la función (vestuario de los actores y telones y otros artilugios para fabricar un escenario).

Alguien los ve llegar y pronto corre la nueva por todo el pueblo ¡Vienen los comediantes! ¡Vienen los comediantes!
En aquellos tiempos en que cualquier día era igual al anterior y lo mismo que el siguiente, la llegada de los cómicos suponía una gran novedad, algo que rompía la monotonía cotidiana.
Solían llegar en invierno cuando hay pocos trabajos que puedan realizarse en el campo, cuando los días son tan cortos y el tiempo no invita a salir a la calle. Por eso su llegada era celebrada por todos como una fiesta.

Avanzan por la calle Mayor hasta la Plaza, donde se encuentra la Posada, en la que han de alojarse los días que dure su estancia en el pueblo -en ningún caso más de tres- según la asistencia de público y las obras que lleven en el repertorio, ya que no pueden repetirse.
Hay que pedir la autorización del Alcalde y, una vez conseguida, empezar los preparativos para la función nocturna. Por si alguien no se ha enterado de su llegada, recorren las calles principales del pueblo, con música, en una especie de pregón, anunciando la obra que ha de representarse.
Detrás de los actores va toda la chiquillería, unos felices porque sus padres les permitirán asistir; a otros les está vedado y no podrán disfrutar de la pequeña expansión y. más que nada, lo pasarán mal al día siguiente, cuando todos comenten, en la escuela, lo bien que estuvo la función.
Ya se advierte que cada cual tiene que llevar su asiento, pues la representación tiene lugar en el salón del Ayuntamiento, al lado de las escuelas, precisamente donde los niños jugamos durante el recreo cuando, debido al mal tiempo, no se puede salir a la calle.

Normalmente la sesión consta de un drama, que gusta mucho a los campesinos, sensibles a la tragedia, porque su misma vida es otro drama -es la época de la postguerra- y hay muchos miedos y muchas estrecheces económicas. Para alegrar un poco la vida, después del drama representaban un sainete que hacía reír al público. A veces había algún número extraordinario -como las estatuas vivientes- que después eran muy comentados.

Esos días se pasaban rápidamente y después vuelta a la rutina y a esperar otra vez su llegada con renovada ilusión.
Algunas veces estas visitas servían de estímulo a los jóvenes y, si había alguna persona medianamente preparada para dirigirlos, se preparaba una función allí en el pueblo. ¡Eran tan largos y tan tristes los inviernos en Castilla...! Cualquier cosa que rompiera la monotonía era bien recibida por todos. Así, la preparación de una obra de teatro, con sus ensayos, confección del vestuario y otras menudencias, mantenía ocupado e ilusionado al pueblo durante buena parte del invierno.

¡Eran otros tiempos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario