sábado, 11 de junio de 2011

Un paseo por el Parque

Aprovechando la bonanza del tiempo y la proximidad de las vacaciones, la Trabajadora Social de la Residencia y Centro de Día de La Romareda, organizó una salida al Parque con un grupo de residentes, los que se animaron a salir porque hay algunos muy remolones, que no hay quien los saque de su rutina.

Para estas salidas se necesita la colaboración de muchas personas y ahí es donde tiene su campo de acción el Voluntariado. Así que nos reunimos un buen grupo de voluntarios y con los ancianos en sillas de ruedas... ¡Al Parque!.

A las 9,30 de la mañana ya estábamos todos allí y los mayores con los nervios a flor de piel. ¡A ver si yo no tengo un voluntario que empuje mi silla!... Pero no, todo el que lo deseó tuvo la oportunidad del paseo.

Fue una visita con "guía" incluído; nos iban explicando un poco la historia del parque, cúando se fundó, quiénes fueron sus artífices, los monumentos, paseos, fuentes,etc.
Subimos hasta el cabezo donde está la estatua del Batallador. Resultó una ascensión un poco difícil para los voluntarios que, como yo ya no somos jóvenes, nos tuvieron que echar una manita los más fuertes en los repechos finales. Pero... llegamos arriba. Allí se estaba muy bien, corría una ligera brisa y no pasamos calor. El panorama que se divisa desde el mirador es espectacular. Además de verse el paseo central, llamado Avenida de San Sebastián con las fuentes y cascadas y la geometría de los jardines, se puede contemplar una panorámica de buena parte de la ciudad.
Para reponer fuerzas, en la Residencia habían preparado bocadillos de tortilla y bebidas, de los que dimos buena cuenta, amenizada la sesión con música.

Después bajamos, eso ya resultó más fácil,aunque había que ir con cuidado, frenando, para no salir disparados cuesta abajo.
Entramos en el Jardín Botánico y allí disfrutaron como enanos. Todo les producía admiración: las flores de los parterres, las chumberas en flor, el estanque con los cisnes nadando, las patas con sus patitos detrás... Otras patas estaban incubando los huevos debajo de los arbustos. Las palomas que todo lo invaden hoy y las cotorras saltando de árbol en árbol, alborotando. Hasta las flores de los magnolios, que aseguraban no haber visto nunca. Todo constituía una novedad, como si lo vieran por primera vez.

De regreso a casa hicimos un alto en la parada del moderno tranvía; eso sí que fue una novedad pues todos recordaban los antiguos tranvías, nada que ver con el actual, comprobando lo fácil que es entrar y salir, incluso con sillas de ruedas.

Contentos y felices, sin ningún contratiempo, los devolvimos a su lugar habitual a la hora de la comida. Pasamos todos una mañana feliz, juntos compartiendo unas horas inolvidables. En el Voluntariado siempre es más lo que recibes que lo que das y esto no es una frase hecha.

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