En la Biblioteca del Paraninfo se pueden visitar, en singular exposición, parte de los fondos que atesora la Universidad de Zaragoza.
Comprende una muestra de las obras que se imprimieron en la ciudad entre los años 1475 al 1549. Tiene como finalidad divulgar los trabajos de las primeras imprentas que se instalaron en Zaragoza. La ciudad, en esa época goza de un esplendor poco conún gracias a una economía próspera y a una situación geográfica envidiable, como cruce de caminos.
La imprenta llegó a nuestra ciudad a través de Italia, por los intereses que la Corona de Aragón tenía en Nápoles y Sicilia. Después de Valencia y Barcelona, Zaragoza tuvo su primera imprenta, gracias a Mateo Flandro, en 1475. Allí se imprimió el "Manípulus curatorum", para uso de los curas. Es un libro bellísimo, con tintas a dos colores y grabados por el método de la xilografía. Es el primero y único libro que imprimió Mateo Flandro, que vendió el taller para dedicarse a sus negocios en su país. La imprenta fue pasando a manos de distintos propietarios, todos de origen alemán: Enrique Botel y Juan Planck, Pablo Hurus y juan Hurus, Leonardo Hutz y Lope Appentegger, hasta llegar a Jorge Cocci, que duró más tiempo (de 1499 a 1539). Hubo otra imprenta a cargo de Pedro Hardouyn, quien tuvo problemas legales con las instituciones de la época. Continuó su viuda Juana Millán, la segunda mujer impresora de España. Estas imprentas eran negocios familiares y trabajaban por encargo.
En un principio la impresión de los libros intentaba imitar en lo posible a los antiguos manuscritos, por eso los adornaban con orlas que luego coloreaban a mano, al igual que las letras capitales, emulando a los libros miniados del medievo. Desde sus comienzos dieron mucha importancia a las ilustraciones. Cada impresor tenía las suyas y muchas veces se repetían en distintos libros. Los temas de estas primeras impresiones eran, generalmente, religiosos ya que los encargaban los obispos y órdenes religiosas para uso de sus miembros. Todavía resultaba un producto caro y no estaba al alcance de muchos aunque, poco a poco, además de la nobleza y el clero, van siendo adquiridos por otros estamentos sociales.
Si hacemos un recorrido por la exposición podemos ver en distintas vitrinas cómo eran los primeros libros impresos: las portadas, los grabados, los distintos tipos de letra (gótica y romana), dedicatorias, textos laudatorios al autor, colofón, marca de impresor. Es curioso ver cómo van resolviendo los problemas para la posterior ordenación de las páginas mediante los reclamos y la foliación. También es digna de admirar la encuadernación en piel y madera de nogal en la que se hacen trabajos de adornos en estilo mudéjar. Se cerraban con cintas o cierres metálicos.
Hay una serie de vitrinas dedicadas a los primeros impresores en las que se exponen sus trabajos, con reseñas biográficas de los mismos. Además del único libro de Flandro podemos admirar el "Misal de Tarazona", cantoral en el que aparece por primera vez la notación musical impresa. Está también expuesto el libro de Dionisio Catón y otros de temas filosóficos de autores clásicos griegos y romanos. En total podemos ver 43 obras y, de ellas, 16 son incunables, es decir, publicadas antes de 1500.
Otra parte de la exposición está dedicada a los grandes bibliógrafos aragoneses Jerónimo Borao y Juan Manuel Sánchez que dedicaron parte de sus vidas al estudio de esta faceta de la historia aragonesa que supuso un cambio revolucionario, abriendo el mundo a la cultura europea y renacentista.. Estos dos investigadores marcaron el camino a otros estudisos que han seguido sus pasos.
La visita resultó muy interesante pues la persona que nos mostró los tesoros de la BUZ demostró su saber y amabilidad con el grupo, contestando a cuantas preguntas hacíamos, llevados de la natural curiosidad. Vaya para ella nuestro agradecimiento.
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