viernes, 3 de mayo de 2013

La ruta de Bécquer

Organizada por la Universidad Popular, los alumnos con dos profesoras, realizamos una agradable excursión por la zona del Moncayo, siguiendo los pasos del poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer.

Salimos temprano porque había muchas cosas por ver. En primer lugar nos dirigimos al monasterio cisterciense de Santa María de Veruela. Llegamos antes de la hora de apertura y. como la mañana era agradable, tuvimos tiempo de disfrutar de un ameno paseo por los alrededores.

Una guía turística nos fue explicando la historia del monasterio, fundado en 1145 por un grupo de monjes del cercano cenobio de Fitero (Navarra). Nos habló también de las vicisitudes por las que tuvo que pasar durante la guerra de los Dos Pedros, con Castilla, quedando muy deteriorado. Después, con la Desamortización de Mendizábal, desaparecieron los monjes, que ya no volverían. Los últimos religiosos que lo habitaron fueron jesuítas. En la actualidad es propietaria la Diputación de Zaragoza y está destinado a usos culturales, sobre todo, durante el verano.

Está rodeado por una muralla, dentro de la cual los religiosos tenían lo necesario para vivir de forma ascética y no necesitaban rebasar los muros. Se accede al recinto por un arco de medio punto y dentro encontramos la torre del homenaje, todo en piedra, medieval. Se pasa a un patio-jardín en el que encontramos, a la derecha, el palacio abacial y, al fondo, la iglesia. Como todos los monasterios del Císter es muy sobrio en la decoración, no quieren que nada les distraiga de su "ora et labora". La portada de la iglesia es de estilo románico, con arcos de medio punto y rosetón. La planta es de tres naves de estilo gótico, con arcos apuntados y bóvedas de crucería sencillas, con arcos fajones. El claustro bajo es gótico, con vanos ojivales y calados con alabastro que dejan pasar una luz difusa. Los capiteles de las columnas están decorados con plantas de la zona. Es como un jardín botánico en piedra.
En el siglo XVI se hicieron reformas que rompen con la austeridad inicial. De esta época pudimos admirar la Sala Capitular, con columnas que asemejan un bosque de àlmeras que se unen para formar las bóvedas. Vimos también lo que fue cocina y el retectorio. En la iglesia y la Sala Capitular hay enterramientos de abades y personajes importantes que favorecieron al monasterio, comprando el derecho a ser enterrados en tales lugares.

En el siglo XIX, los hermanos Bécquer, el poeta Gustavo Adolfo y el pintor Valeriano, junto con sus familias, pasaron una larga temporada en el monasterio. Son fruto de esta estancia Cartas desde mi celda y algunas de sus Leyendas que el poeta recogió en sus correrías por los pueblos de los alrededores. Valeriano hizo un sin fin de bocetos y pinturas del monasterio y comarca así como pinturas de sus gentes. Hay una exposición permanente en lo que fue la cillerería con obras de los dos hermanos y otros escritores más cercanos en el tiempo.

En atención a que fueron los monjes quienes introdujeron el cultivo de la vid en la zona se ha ubicado aquí el Museo del Vino del Campo de Borja, junto a un antiguo aljibe medieval.

De Veruela seguimos la ruta hasta Trasmoz, pequeño pueblecito, enclavado en un monte, con las ruinas de un castillo en la cumbre. Es conocido de antiguo por las "brujas". Bécquer pasó por aquí y escribió sobre él en su obra por lo que, agradecidos sus moradores le han erigido una estatua y, en su honor, han construido la Casa del Poeta en la que pueden albergarse escritores de distintos países que buscan un refugio para trabajar cómodamente. Se hacen Juegos Florales, conciertos y distintos actos culturales. Cada año se elige a la "bruja", colocando una placa en su casa, distinción por la que se sienten muy honradas. Pudimos visitar también el pequeño cementerio en el que algunos escritores han solicitado ser enterrados.

Después de la comida visitamos Tarazona, la catedral restaurada. Su fábrica es impresionante, gran parte en ladrillo. Se construyó en estilo gótico francés, fuera del recinto amurallado, donde no quedaba espacio. También sufrió las consecuencias de las guerras con Castilla. En la actualidad podemos ver la obra mudéjar con los adornos de cerámica, ladrillos en esquinilla y ornamentación en escayola, como signo de la pervivencia de los moros en esta zona. Tiene un magnífico claustro cerrado con celosías en yeso que dejan pasar la luz difuminada. Pero lo más impresionante es el cimborrio, adornado profusamente.Aún queda mucha obra por retaurar, pero es muy importante la obra que se ha llevado a cabo.

Visitamos también la iglesia de San Francisco y una guía nos fue explicando toda la historia y los pormenores del monumento. Sencillo como la Orden que lo construyó pero lleno de rememoraciones históricas.

Aún pudimos dar una vueltecita por el museo de los turiasonenses Paco Martínez Soria y la inolvidable Raquel Méller. Situado en un teatro, guarda recuerdos entrañables de estos dos mitos de la escena.

El tiempo no nos acompañó y tuvimos que suprimir el proyectado callejeo por la judería, la plaza de toros y otros puntos de interés.

Cansados pero satisfechos regresamos al punto de partida con la convicción de haber pasado un día memorable.

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