viernes, 17 de abril de 2015

Santa Hermandad del Refugio

    Un grupo de voluntarias de Cáritas hemos realizado una visita a la sede de la Hermandad del Refugio. Teníamos algunos conocimientos de la labor social que realiza pero no imaginábamos que su obra fuera de tal magnitud y, según nos explicaron, con total independencia de otros organismos públicos.
   
    Ya, al acercarnos al edificio, quedamos sorprendidas al ver en la calle largas colas de personas, en su mayoría inmigrantes, que esperaban para entrar, a la vez que otras salían cargadas con bolsas llenas de alimentos y ropa.

    Nos recibieron voluntarios, uno, precisamente de la Universidad de la Experiencia, que lleva siete años dedicando parte de su tiempo a colaborar con su trabajo en la obra. Amablemente se ofreció a enseñarnos todas las dependencias del Centro.
Empezamos la visita por la Capilla en la que vimos las imágenes de la Virgen y el Cristo Crucificado que figuran en las estampas que se reparten en las mesas petitorias los días de la colecta: Jueves Santo y Viernes Santo. Nos llamaron la atención unos hermosos bancos de madera de roble, muy antiguos y de gran valor. En la misma planta hay salas para juntas y otras que utilizan las Cofradías en sus reuniones.

    Pasamos por la planta donde se encuentran los órganos de administración, uno de cuyos despachos corresponde al Hermano Mayor quien nos recibió amablemente y nos explicó un poco cómo funciona el Centro y, a requerimiento nuestro,la historia de la Fundación. Según nos dio a conocer, la Obra, como tal, nació en Granada, hace, al menos, cinco siglos. Después se fundó en Madrid y la llevaron a cabo personas de la nobleza. Tuvieron la suerte de recibir una sustanciosa herencia y, con ella, crearon una escuela y otras dependencias. Aquí, en Zaragoza, un grupo de once personas se embarcaron en el proyecto hace casi cuatro siglos,  Y la obra sigue en pie y con buena salud, como se puede apreciar. No siempre ha estado ubicada en el edificio actual si no que ha pasado por distintos emplazamientos hasta terminar en el actual, en el centro de la ciudad. Según nos contaron el inmueble, durante la guerra civil fue un hospital, siendo bombardeado. Algunas zonas son antiguas y otras están modernizadas. Nos despedimos del Hermano Mayor a quien dejamos con su trabajo y seguimos recorriendo la Casa. Pasamos por las zonas de dormitorios de hombres y de mujeres. De mujeres hay menos porque es menor el número de féminas acogidas. Siempre se defiende mejor una mujer sola aunque tenga escasos recursos económicos. En este aspecto lo tienen peor los varones. Son como boxes en los que existe lo preciso para el descanso y nada más: una cama sencilla, una mesilla, un pequeño armario para guardar la ropa y una silla. Todo de una gran simplicidad. Por la noche, a una hora determinada se abre la puerta y se cierra, por la mañana cuando pasan a desayunar.

    En la planta superior hay una guardería donde se cuidan y educan niños de 1 a 3 años. Hay varias clases, comedor, sala de descanso para dormir la siesta con unos minúsculos sofá-camas. Salas de juego con profusión de material didáctico, una terraza llena de juegos infantiles para el buen tiempo y otra sala para los días de frío y lluvia. Todo muy alegre.Había niños encantadores, de todas las razas y culturas, bajo la atenta vigilancia de las educadoras.

    En la planta baja encontramos La Gota de Leche, espacio lleno de padres y madres con niños, esperando pasar, unos a la consulta de pediatría y otros para recibir alimentos infantiles, pañales, ropita y cualquier cosa que pueda necesitar un bebé
Vimos también el ropero donde se clasifican y se ordenan todas las prendas que reciben para poder distribuirlas a las personas que lo necesitan. Aquí todo tiene algún aprovechamiento, si no es para una cosa para otra servirá, nada se tira. Hay una lavandería con máquinas industriales en la que se lava la ropa de las camas, la ropa de vestir de las personas acogidas y las prendas que llegan a los almacenes del ropero.
Los almacenes de alimentos impresionan. Por un lado los productos no perecederos, colocados en estanterías que llegan hasta los altos techos -tienen escaleras como en las bibliotecas para manejarlos Otros rebosan de alimentos frescos: frutas y verduras. Cada día se preparan raciones en bolsas para distribuir en los horarios marcados para ello.
Cerca de la cocina hay una serie de enormes cámaras frigoríficas, unas para productos congelados y otras para refrigerados. En la cocina, por motivos sanitarios, no entramos pero sí vimos el comedor.
Preguntamos de dónde llegaba tal cantidad de alimentos y nos explicaron su procedencia:

    Mercazaragoza, distintas empresas, socios, cuestaciones, donativos... Pocas veces tienen que recurrir al Banco de Alimentos. Por los pueblos van los "ángeles custodios" y después avisan y van a recoger alimentos con unas furgonetas. Éstos pueden ser lechugas, tomates, patatas, pimientos, manzanas.... en fin cualquier producto que sirva para la alimentación. En las fiestas pilaristas, el día 13, los productos de la Ofrenda de Frutos también se destinan al Refugio.Parece ser que nunca les falta comida pues en un caso de apuros, una llamada a la solidaridad y la sociedad responde con generosidad.

    En los desayunos la entrada es libre y suelen servirse unos noventa. Todos los días desayunan con churros pues hay una empresa que los regala diariamente. Las comidas y las cenas quedan restringidas para las 53 personas acogidas.

    A partir de las nueve de la noche funciona una consulta médica. Hay Trabajadoras Sociales que reciben a las personas que allí acuden y son las encargadas de orientar y solicitar la documentación necesaria para acceder a estos servicios.

    En la entrada hay duchas y todos los que entran se duchan y se les da ropa limpia.

    Toda esta gran obra no sería posible sin la colaboración de tantos voluntarios que dedican parte de su tiempo al servicio de los más necesitados, sin la aportación económica de tantas empresas y sin la generosidad de la sociedad en general que se vuelca cuando conoce las necesidades por las que atraviesan muchos hermanos nuestros.

   
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