sábado, 11 de junio de 2016

Excursión al Monasterio de Piedra

    Como final de las actividades llevadas a cabo durante el curso en el Centro Cívico de Casablanca, se organizó una excursión al Monasterio de Piedra. Muy temprano nos esperaba el autobús que nos llevaría al lugar de destino.

    El Monasterio de Piedra se encuentra situado en el municipio de Ñuévalos, perteneciente a la comarca de Calatayud. Es un monasterio cisterciense, fundado en 1186 por Alfonso II, el Casto y su esposa Doña Sancha de Castilla. Estos reyes solicitan a la abadía de Poblet la fundación de un cenobio cisterciense en su reino. Para ello donan un castillo en la zona del río Piedra, "Piedra Vieja", donde se instalan dos monjes, bajo la dirección de Godofredo de Rocabert, permaneciendo allí  mientras se construye el nuevo edificio, empezando la obra sobre 1195. En 1218, aunque no estaba terminado, con la cabecera de la iglesia, la Sala Capitular y poco más, entra en funcionamiento. Las obras siguen hasta el siglo XV. Estaba dedicado a Santa María de Piedra.
Se construye en el estilo del Císter, gótico primitivo, muy sobrio pero elegante, con una decoración vegetal muy sencilla en los capiteles. Todo iba encaminado a no distraer al monje en la "búsqueda de Dios".
Tres veces tuvieron que abandonar los monjes el monasterio. La primera en 1808 con la guerra de la Independencia; después durante el Trienio liberal (1820 a 1823); y por último, definitivamente, en 1835 con la Desamortización de Mendizábal.  Al poco tiempo salió a subasta y fue adquirido por la familia Muntadas Campany, cuyo hijo Federico Muntadas Jornet es el artífice del Parque en su actual aspecto, transformando la huerta en el paraíso  idílico que hoy contemplamos y que constituye uno de los parajes más espectaculares de Europa.

    El río Piedra, afluente del Jiloca, al atravesar estas tierras, forma un paraje de una gran belleza paisajística, con numerosas cascadas, entre la que destaca la Cola de Caballo, con una altura de 50 metros de caída. Es un paisaje cárstico, formado por la disolución de las rocas calizas, que se van sedimentando cuando disminuye el caudal del río. Forma, también, grutas al filtrarse el agua a través de las rocas.

    Para apreciar mejor estas bellezas hay un itinerario de unos 5 kilómetros, debidamente señalado. Se necesitan buenas piernas para recorrerlo pero merece la pena, aunque los días siguientes haya que soportar la molestia de las temidas "agujetas".

    Comienza el recorrido por el Vergel de Federico Muntadas para llegar a un remanso transparente del agua, conocido como el Baño de Diana; siguen otros remansos que nos llevan a una hermosa cascada, La Trinidad, imagino que se llama así por estar formando como tres niveles. En esta zona hay una serie de pequeñas grutas, formadas por el agua. Siguiendo las flechas llegamos a la cascada La Caprichosa. Atravesamos unos parajes con árboles altísimos y nos encontramos con la cascada y la gruta Iris, para llegar al pie de la Cola de Caballo. Hay un pasadizo húmedo, a modo de estrecho túnel que se puede recorrer (mejor con paraguas o chubasquero) y que tiene salida al exterior a un mirador desde donde se puede contemplar la cascada en toda su magnificencia. Es impresionante ver caer el agua desde la altura. Al fondo, está el Lago del Espejo y la piscifactoría en la que se ven truchas de diversos tamaños y otras variedades de peces. Vamos rodeando el lago y en el centro  vemos una roca imponente, es la Peña del Diablo. Siguiendo el itinerario marcado pasamos por parajes deliciosos con olmos, sauces, abedules, castaños, chopos, álamos...disfrutando de la vista y del canto de los numerosos pájaros que pueblan el bosque, del rumor del agua, de fuentes en las que se puede apagar la sed... Aún nos queda por ver la cascada de las Chorreras, no de gran altura pero sí de inigualable belleza. Por último con la cascada Sombría se finaliza el recorrido

    Seguidamente nos dirigimos a una explanada en la que se ofrece el espectáculo del vuelo de las aves rapaces: lechuzas, buitres, águilas, buhos y alimoches. Los entrenadores iban lanzando comida al aire y las aves la cogían al vuelo, parando en la mano, debidamente protegida, y en los palos, destinados para ello, después de sobrevolar el campo. Disfrutamos con ello y fueron muy aplaudiidos.

    Después de la visita al Parque se hizo la hora de la comida que vino muy bien para descansar de las fatigas de la mañana.

    Por la tarde tuvimos la visita guiada al Monasterio. Actualmente la mayor parte de las dependencias están destinadas al servicio de hostelería y no se puede visitar, lógicamente.
De la iglesia sólo quedan unos muros medio derruidos y el ábside. Se observan algunas imágenes decapitadas y mutiladas, debido a la barbarie de otras épocas.El templo era de estilo gótico primitivo, con tres naves y un ábside semicircular. Con forma de cruz latina y el transepto formado por dos naves. La iglesia no estaba abierta al público, sólo era para los monjes y las personas que vivían en el cenobio. La zona del presbiterio estaba destinada a los monjes y , al fondo, en las naves, estaban los legos. Entraban por distintas puertas y no se mezclaban.

    Se conserva el claustro, de forma cuadrangular y a él daban la iglesia y las distintas dependencias. Está formado por arcos apuntados, sostenidos por columnas de piedra. Al contrario que en la mayor parte de Aragón , la construcción es de piedra por ser abundante en la región.

    Hay que destacar la Sala Capitular, una estancia con cuatro columnas, que forman seis tramos de bóveda de igual altura. Está rodeado de un banco de piedra, para sentarse. Era un espacio muy importante en la vida del monasterio. Allí se reunían los monjes y se tomaban todas las decisiones. También tenía lugar la confesión pública de las faltas que hubiesen cometido los monjes.

    Visitamos, también, la cilla, lugar donde se guardaban las provisiones de la Comunidad: granos, harina vino, aceite, fruta, etc. El encargado de custodiarla era el cillero. En la actualidad alberga dependencias de la denominación de origen "vinos de Calatayud", con un pequeño museo. También contiene una exposición de aperos de labranza usados en tiempos pretéritos.

    Vimos la cocina, una amplia sala con elevada cúpula y salida de humos, en el centro. También tiene chimeneas en los laterales. En lo que sería el fogón central, hoy hay una máquina de tostar cacao. Según nos explicaron en esta cocina se coció el primer chocolate de España y de Europa, al haber traíido  un monje cacao de las tierras del Nuevo Mundo. Toda la comarca ha tenido tradición chocolatera.

    Al lado de la cocina y con una comunicación para pasar las viandas está el refectorio, lugar donde tenían lugar las comidas de los monjes. Comían en silencio y mientras, uno de ellos, "el lector", desde un púlpito -que se conserva- leía episodios del martirologio. Las mesas estaban colocadas en forma de U, sentándose el abad en la cabecera.

    Pasamos por el calefactorio, una instalación, al modo romano, que ha perdurado en los pueblos hasta nuestros días. Servía para caldear la sala. Consistía en túneles subterráneos por donde se encendía el fuego. Allí se  calentaban cuando apretaba el frío. También se trasladaba allí a los enfermos para evitarles el rigor de las celdas. Se usaba así mismo  como barbería.

    En un pasillo, utilizado por los legos hay una exposición de carruajes, tirados por caballerías, donde se pueden ver desde la tartana hasta una diligencia, pasando por otros modelos.

    Después de visitar el Monasterio, para completar la tarde nos dirigimos a Alhama de Aragón, población cercana que cuenta con instalaciones termales desde la época de los romanos. Estos centros de balnearios han pasado por épocas de esplendor y otras de decadencia.  Parece que, en la actualidad, están en auge para tratamientos de estrés, entre los jóvenes y medicinales para las personas de cierta edad.
Nos llegamos hasta las Termas Pallarés y recorrimos su hermoso parque en el que se encuentra un lago de aguas termales, con infinidad de pececillos que se dedican a la limpieza de la piel de los bañistas. Pese a que el día no era caluroso estaba muy concurrido de personas tomando el sol y no faltaban los nadadores. El agua está templadita aún en pleno invierno.

    Agotados de tantas visitas, tomamos rumbo de regreso a Zaragoza. Por la mañana no faltaron las  guitarras y jotas en el autocar pero la vuelta se hizo en silencio. Estábamos muy cansados pero satisfechos de haber pasado un día de convivencia y sana armonía, sin ningún percance ni nada que lamentar.    

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