martes, 19 de junio de 2012

"Al mal tiempo, buena cara"

Llama poderosamente la atención el ambiente festivo en las calles de las ciudades, sobre todo en los fines de semana. No recuerdo haber visto nunca nada igual.
En los paseos, plazas, parques y cualquier lugar público del casco urbano proliferan los mercadillos; un día son de artesanía, otro de gastronomía, en otro dan a conocer las distintas culturas de los países que integran la ciudadanía actual; otro día es un Mercado Medieval de las tres culturas: cristiana, musulmana y judía, con toda clase de productos artesanales, gastronómicos, hierbas medicinales, especias, etc. Los vendedores se disfrazan con alguna prenda que haga alusión a la época y ya está montado el tinglado. Se amontonan los puestos por todas las calles y plazas del recinto donde tiene lugar el evento.
Por las calles podemos ver numerosos grupos de charangas con disfraces de lo más variopinto, animando con su música a los pacíficos viandantes. Otros grupos de amigos, también con disfraces, celebran alguna despedida de soltero, o soltera... En alguna placita recoleta hemos podido contemplar, al ritmo de tangos, numerosas parejas de bailarines. Nos dijeron que pertenecían a una academia de bailes de salón y que hacían exhibiciones en la calle para darse a conocer. En fin, que parece ser que todo el mundo tiene algo que celebrar.
Podemos observar, también que, en muchos lugares al aire libre, hay instalados escenarios donde, por la noche, tienen lugar conciertos de música variada, al gusto de todos los públicos.
Las terrazas de los bares están llenas de gente. Bien podemos aplicar lo de "París era una fiesta", de Heminway, trasladándolo a España, totalmente.

Todo esto choca con las noticias que diariamente leemos en la prensa, escuchamos en la radio o vemos en las cadenas de televisión que nos están recordando, en todos los idiomas, que el país está al borde de una quiebra total. Después de un paseo por el centro de cualquier ciudad, nos preguntamos, ¿dónde está la crisis?.
Si no supiéramos que detrás de esta máscara festiva, más propia de carnaval, se esconde la cara real, gris, de la miseria de tantas familias que tienen que vivir con escasos ingresos y, a veces, nulos porque ya se han acabado todas las prestaciones, teniendo que acudir a la solidaridad de los familiares y amigos y, en último término, a la beneficencia...
Si no conociéramos la realidad de muchas familias, de traje y corbata, que habían vivido de forma desahogada y que ahora se ven obligados a acudir a comedores de Cáritas, "engañando" a los niños, diciéndoles que van a un restaurante, para que no se sientan mal...
Si no viéramos la cantidad de familias desalojadas de sus casas por no poder pagar la hipoteca y que tienen que buscar refugio en casa de familiares que los acojan o, como "okupas", en pisos desocupados...
En fin, si no supiéramos tantas cosas las personas que estamos en las Acogidas de Cáritas, podríamos pensar que vivimos en un mundo en el que todos estamos nadando en la abundancia y que eso de la crisis es un cuento, como "el coco", para asustar a los niños...

Hemos de reflexionar si no somos un país de papanatas, inconscientes y poco consecuentes con la situación real.

Ahora andamos con lo de la Eurocopa, ilusinándonos con que España gane, creyendo, como decía un periodicucho, que si España gana el título, va a repercutir en el turismo, la hostelería y la industria textil. No hace tanto tiempo que la "roja" ganó los Mundiales y no creo que por ello se levantara la ya maltrecha economía del país. Los "patriotas" deportistas -y no sólo los futbolistas- tienen buen cuidado en llevar su dinerito allá donde esté más seguro y paguen menos impuestos y, aquí, prodigándoles toda clase de homenajes, cual si fueran héroes, por parte de las más altas autoridades y del público, en general.

Claro que ésto de la inconsciencia ciudadana nos viene de lejos. Creo haber leído en alguna parte que, cuando se conoció en Madrid la noticia de la pérdida de las últimas colonias, allá por 1898, estaba programada una corrida de toros y las autoridades y el público acudieron a la plaza, por la tarde, como si no ocurriera nada.
Sólo nos queda pensar que, en general, los españoles nos tomamos las desgracias como vienen y, ¡AL MAL TIEMPO, BUENA CARA!.

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