jueves, 8 de septiembre de 2011

Requiem por un sauce llorón

Cuando construyeron la Urbanización plantaron árboles en las calles, especialmente palmeras, pero en la esquina de la Avenida, los vecinos colocaron un sauce. Ello daba mayor atractivo a la zona.

El pequeño sauce era mimado por todos. Todos le vieron crecer. Unos se encargaban de regarlo, otros de podarle las ramas innecesarias. Así, con mucho cariño, se hizo un gran árbol adulto, con unas hermosas y lánguidas ramas que llegaban hasta el suelo. Era muy decorativo pero, además, cumplía una función muy importante en una zona con un clima tan caluroso: daba sombra. Al mediodía, al regreso de la playa, era una bendición hacer un alto y refugiarse bajo sus ramas. ¡Qué alivio, llegar al sauce y descansar un poco a la sombra!.

Pues bien, llegó un momento en que el pobre árbol empezó a molestar a los vecinos más próximos, por el terrible delito de desprendérsele algunas hojas que el viento arrastraba hasta sus puertas. Les molestaba tener que recogerlas diariamente. Así empezó una conspiración en contra del indefenso sauce. Se avisó al Ayuntamiento y, con no sé qué excusa le hicieron una poda drástica, quedando únicamente el tronco privado de todas sus ramas. Cuando llegó la primavera intentó defenderse y, con un hálito de vida, le brotaron unas ramitas. Esto incomodó a los furiosos vecinos que buscaron otros modos de deshacerse del infortunado árbol. Así recurrieron a aplicarle métodos aún más letales. Le echaron lejía y otros productos con el fin de matar las raíces, hasta que lo consiguieron.

En el verano, nos encontramos en el lugar donde antes estuvo un hermoso sauce llorón, como testimonio de la barbarie, un tronco seco que alguien apodó como "el árbol del ahorcado".
¡Qué triste!. Ya no había sombra, sólo un monumento a la intransigencia y a la falta de civismo. Este funesto final les aguarda a otros muchos árboles, que crecen demasiado y no son del agrado de los vecinos.

Quien haya plantado un árbol y lo haya cuidado y visto crecer, sabe lo que cuesta hasta que lo vemos grande, desarrollado. Y después... en un momento toda esa vida desaparece. No estamos en España tan sobrados de árboles para permitirnos el lujo de aniquilarlos sólo porque nos producen una pequeña molestia como es la de recoger sus hojas cuando estas caen.

Más, teniendo en cuenta la cantidad de incendios que, durante todos los veranos, se producen en nuestra geografía; unos accidentalmente,y otros por imprudencias o mala fe. Lo cierto es que cada año se pierde buena parte de la masa forestal con el consiguiente perjuicio para todos, pues sabido es que los árboles regulan el clima y la lluvia.

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