lunes, 15 de marzo de 2010

Miguel Delibes

Miguel Delibes acaba de escribir el último capítulo de su vida, el más transcendental para un hombre de fe, como él lo era. Descanse en paz el maestro de las Letras castellanas.

Su prosa, profunda y sencilla, como el terruño de Castilla, cúantas palabras de la infancia que creía olvidadas, me traía a la memoria con el aroma de las aliagas en el horno y el pan recién cocido. Leyendo sus libros recuperaba un poco aquellas tardes de juegos y de sana libertad en el pueblo donde vi la luz primera.

Grande es la obra que nos ha dejado. De muchas de sus novelas se han hecho adaptaciones al cine y Cinco horas con Mario, según algunos su mejor obra, se ha llevado al teatro.

Mi primer contacto con Miguel Delibes me llegó con La hoja roja, que me impactó aunque entonces estuviera muy lejos de mi jubilación. Después, llegaron El camino,Mi idolatrado hijo Sisí, Diario de un cazador, La sombra del ciprés es alargada, Los Santos Inocentes, Las ratas... La última que llegó a mis manos, El hereje, ya en otro contexto, para mí el broche de oro de toda su extensa obra, es como la despedida del mundo de la Literatura. ¡Qué buenos ratos he pasado con su lectura! Con todas he disfrutado.

Tuvo muchos premios: el Nadal, de la Crítica, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, la Medalla de Oro de Castilla y León... Estuvo varias veces nominado para el Premio Nobel, pero no se lo concedieron a pesar de tener más méritos que algunos a quienes sí se les otorgó. Pero el mayor premio ha sido el reconocimiento y el cariño de sus paisanos, de la gente sencilla de los pueblos, los protagonistas de sus novelas.

Ya reposan sus cenizas en el Panteón de Hombres Ilustres de su Valladolid natal y junto a las suyas pronto estarán las de su difunta esposa.

Aunque el autor ya no esté con nosotros siempre nos quedará su obra imperecedera.

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