sábado, 28 de noviembre de 2015

Tesoros de la lengua castellana

    Es una exposición bibliográfica de los fondos de la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza. Está ubicada en dos centros: la Biblioteca del Paraninfo y la Biblioteca María Moliner de la Facultad de Filosofía y Letras. En el Paraninfo se exponen fondos bibliográficos hasta el siglo XIX y en la Biblioteca María Moliner se exponen libros de los siglos XIX y XX. En el Paraninfo se exhiben 42 obras, desde los inicios de la imprenta y en la Biblioteca María Moliner, 130.
Esta exposición tiene lugar con motivo del X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española.

    Limitándonos al Paraninfo, hay dos secciones: una dedicada a obras que durante cinco siglos han contribuido a dar esplendor a la lengua y otra destinada a las obras literarias que son el exponente de ese esplendor.

    Haciendo un recorrido por la exposición lo primero que encontramos es una parte dedicada a la Historia de la lengua castellana con los libros Orígenes de la lengua española, de Gregorio Mayans y Siscar y Del origen y principio de la lengua castellana, de Bernardo de Aldrete.

    En el siglo XV, en España convivían distintas lenguas romances o dialectos derivados del latín: catalán, gallego, bable, aragonés, etc. Ante la unificación de territorios y salida al exterior con el descubrimiento de América, había que optar por una lengua común y tuvo la primacía el castellano que pasó a llamarse español. Para afianzar este auge, algunos lingüistas salieron en su defensa con obras como Defensa del castellano, de Gonzalo García de Santa María o Defensa de la lengua castellana, de Pedro Mexiá.

    Pero había que normalizar su uso, tanto oral como escrito. Así surgen las gramáticas y ortografías para el uso correcto de la lengua. Antonio de Nebrija escribió la primera gramática que entregó a la reina Isabel, en 1492. Pero además se preocupó de la ortografía y en la exposición podemos ver un tratado de Ortografía, así como también Reglas de Ortografía, de Francisco Robles y Arte del romance castellano, de Benito de San Pedro.
Pero no fue hasta la fundación de la Real Academia Española  cuando con su lema "limpia, fija y da esplendor", que se fijan las bases del idioma con un tratado de Ortografía y otro de Gramática de la Lengua castellana. La RAE se creó en tiempos de Felipe V, a imitación de otras instituciones similares que ya funcionaban en Europa, concretamente, la francesa.

    En cuanto a la lexicografía era un trabajo arduo recoger todas las voces de una lengua, con los medios de que disponían, basándose en la memoria. Así surgieron glosarios con términos de distintas áreas del conocimiento. Es curioso el libro de Alejo Venegas que recoge vocablos oscuros del libro El tránsito de la muerte, para ayudar a bien morir a los agonizantes, práctica habitual en aquellos siglos. Es de gran importancia Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias, que es el origen de los diccionarios y al que todavía se recurre para investigar el origen de términos lingüísticos. Tenían que recurrir a la memoria , ya que no había otros apoyos; a veces había que volver a completar el significado de una palabra. Por supuesto que no seguían un orden alfabético, por lo que la consulta se hacía dificultosa.

    En el siglo XVIII, se ha avanzado mucho en todos los órdenes del conocimiento y es necesario un léxico científico como el Diccionario, de Esteban Terreros y Pando.
Pero es la RAE la que se encarga de redactar el Diccionario de Autoridades, publicado en 1726, en su primera edición y en 1729 en una segunda .Es una obra importantísima. Se encarga a los académicos su elaboración, cada uno se ocuparía de una letra. De ahí viene lo de las letras de los sillones de la RAE. Se llama de Autoridades porque, además de la definición de la palabra, se incluía un texto de un escritor que la empleaba, le daba autoridad.
Este primer diccionario tenía muchos volúmenes y muy extensos, con lo cual resultaba poco manejable por lo que en 1780 se publica un Diccionario abreviado, más práctico que el anterior.

    Pero era necesario también crear diccionarios bilingües, sobre todo para el aprendizaje del latín y así Fernando de Santaella escribe, en 1499, un diccionario en latín y castellano, dedicado a los eclesiásticos. Antonio de Nebrija redacta también otro latino-español, publicado en 1492.
Por las continuas relaciones con otros países se hacía necesario el conocimiento de otras lenguas como el italiano, francés y árabe por lo que surgieron diccionarios bilingües, de español-italiano, como el de César Ondín, profesor de español en Italia, o el de Francisco de Lorenzo, también de español-italiano. Es más curioso el de Francisco Cañes español-latino-arábigo, dedicado a viajeros, comerciantes y misioneros que fueran a países de África.

    El castellano, aunque preeminente en la península, convivió con otras lenguas. Una muestra de ello la tenemos en el magnífico manuscrito en letra gótica, en aragonés, de los Fueros de Aragón, de los siglos XIV y XV. Otra muestra es otro manuscrito aljamiado (en aragonés con grafía árabe), aparecido a mediados del siglo pasado en el derribo de una casa en Sabiñán, junto con un ejemplar del Corán que se conserva en la Aljafería. También en aragonés se expone una novelita pastoril, Vigilia y Octavario de San Juan Bautista, de la abadesa aragonesa Ana Francisca Abarca de Bolea.

    En esta muestra también encontramos el primer libro dedicado a los sordomudos, con el lenguaje de signos, de Lorenzo Hervás y Panduro, obra poco difundida por ser el autor un jesuita y ser expulsada la Orden en el siglo XVIII. Se conoce más la obra de Juan Pablo Bonet.

    Durante mucho tiempo el castellano convivió con la lengua latina, usada por la iglesia y por escritores antiguos. Después surgen los cultismos en los textos castellanos. Stefaro Frienchi escribió una obra para facilitar el aprendizaje de la lengua latina. Francisco de Quevedo escribe Vocablos para instruir a las damas hembrilatinas, es una sátira en la que ridiculiza todos esos circunloquios y aboga por el habla más natural.

    En el arte de escribir cartas y formulas de cortesía, encontramos ejemplos de tratados en los que están contempladas todas las situaciones de la vida social: cartas de pésame, de felicitación, de asuntos económicos, amorosas, despedidas, etc. Y lo mismo los tratamientos dispensados a autoridades civiles, militares, eclesiásticas, la nobleza, realeza,etc.
Todo esto del protocolo excesivo era muy engorroso y en un documento ocupaba más espacio que el asunto a tratar. Felipe II, quiso poner coto al uso excesivo de tratamientos para lo cual mandó publicar las Premáticas. Este libro no fue bien acogido y siguieron empleándose los usos antiguos.

    El descubrimiento de América fue un reto para la lengua castellana. Los españoles llevaron allí su lengua que hoy es la lengua oficial de todos los países hispanos. Pero para entenderse con los aborígenes había que aprender sus lenguas, sobre todo los conquistadores y, más aún, los misioneros. Hernán Cortés escribió Historia de Nueva España, con criptogramas explicativos, recogidos por Francisco Antonio de Lorenzana. También las Crónicas de las Indias, de Alonso de Molina tienen gran importancia en el conocimiento de las lenguas indígenas y el desarrollo del español en las nuevas tierras.

    Los tratados sobre Oratoria y Retórica eran imprescindibles para hablar en público y convencer (sermones, discursos políticos). En este aspecto se adapta la retórica latina. En la exposición podemos ver la primera Retórica, de Miguel de Salinas, otra obra de Alonso Pabón Gimeno y José Artigas con su Epítome de la elocuencia española.

    Hay también ejemplos de arte poética y ciencia literaria. La poesía estaba sujeta a unas normas rígidas en cuanto a metros, estrofas, rimas, acentos... que se tenían en cuenta a la hora de versificar. a este respecto está expuesta la obra de  Juan Díaz Rengifo, Arte  poética española, y Reglas de la poesía, de Ignacio de Luzán.

    Por celebrarse este año el IV Centenario de la  publicación de la  segunda parte del Quijote y el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, se han elegido estos dos autores del Siglo de Oro como representantes de la obra literaria.
Podemos admirar El Quijote en su edición holandesa (Amberes) de 1697, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, en su edición de bolsillo, de la RAE. Hay otra edición de lujo de la RAE, de 1780, ambas con excelentes grabados, El Quijote, impreso por Gabriel Sánchez, con mapas de sus viajes. Es un homenaje a Cervantes, su autor.
En cuanto a la obra de Santa Teresa de Ávila, está la obra del carmelita Tomás de Juan, de 1613, Suma y compendio de los grados de oración. Libros de la Beata Madre Teresa, de 1611. Hay una muestra de su poesía con una reproducción de la escritura de la Santa. Las cartas de Santa Teresa también están en la exposición con un libro editado , a dos tintas. Están así mismo Las Moradas y El libro de su vida, con las Obras completas, ambas con hermosos grabados.

    Es una exposición muy interesante y es de encomiar la labor que realiza la Biblioteca sacando a la luz sus tesoros de forma periódica para que el público pueda disfrutar de estas riquezas en las que se incluyen incunables, ediciones Príncipe y otros libros antiguos que no están al alcance más que de los investigadores.
 

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